«Ser es defenderse», RAMIRO DE MAEZTU
La Gaceta de la Iberosfera
Buscar
Cerrar este cuadro de búsqueda.
Este artículo se publicó en La Gaceta antes de convertirse en La Gaceta de la Iberosfera, no siendo entonces propiedad de Fundación Disenso.

Socialismo universal

24 de junio de 2015

El Gobierno está estudiando medidas destinadas a ganarse a los funcionarios después del fuerte castigo sufrido por éstos a causa de la crisis financiera que estalló imparable en 2009. Se habla de reestablecer la paga extra suprimida, de una subida salarial, de volver a implantar los célebres “moscosos” -días libres para asuntos propios-  y de revisar al alza la tasa de reposición de las plazas ocupadas por funcionarios que se jubilen. Por supuesto, todas estas acciones representan un coste presupuestario significativo y desde el Ejecutivo ya se ha advertido que lo que se haga en este ámbito debe ser compatible con los objetivos de reducción de déficit y deuda marcados por Bruselas. El contexto en el que se ha producido esta noticia se corresponde con la idea de que la recesión ha terminado y de que el recuperado crecimiento ha de revertir en beneficio de los grupos sociales que más han sufrido la dureza de las restricciones de los últimos seis años. Semejante planteamiento suena bien, pero existen dos elementos que lo oscurecen. El primero es la suposición de que la situación anterior a la crisis en cuanto a volumen de plantillas públicas era normal y el segundo que la motivación del nuevo enfoque es la reparación de un daño justificado, pero lamentable.

Empezando por el segundo, la verdad es que se trata de una maniobra típicamente electoralista y no de una repentina ansia justiciera del Gobierno. Tras el desastre de las elecciones autonómicas y municipales, el Partido Popular necesita como sea ganarse a los votantes perdidos y un reparto de dinero a los funcionarios constituye en principio un excelente lubricante a la hora de propiciar adhesiones. Sin embargo, la operación resulta tan obvia que nadie la verá de otra manera y los beneficiados por la generosidad gubernamental no cambiarán su sufragio por este motivo. Desde esta perspectiva será un gasto realizado en vano. En cuanto al primero, uno de los problemas más graves de España es el crecimiento desmesurado del empleo público desde la Transición hasta la actualidad. Se ha recordado hasta la saciedad que en 1978 nuestro país funcionaba razonablemente con un número de empleados del Estado a todos los niveles de unos 700.000 y que esta cifra se ha cuadriplicado. Si se tiene en cuenta que la población española ha aumentado del orden de un 12% desde entonces y admitiendo que nuestra mayor prosperidad nos ha permitido incrementar la variedad y calidad de los servicios públicos, se podría considerar que como máximo el doble de funcionarios sería algo entendible, pero no cuatro veces más. Esta inflación de la nómina pública representa a todas luces un despilfarro que ningún Gobierno sensato hubiera debido alentar. Las razones de esta patología son básicamente dos: la compleja, elefantiásica y disfuncional estructura territorial derivada del Estado de las Autonomías, que ha introducido un nuevo estrato administrativo superfluo y redundante, y los excesos clientelares de la partitocracia, que ha colocado a una plétora de amigos, parientes y correligionarios sin tino ni mesura. 

Hayek dedicó su famosa obra Camino de Servidumbre a los socialistas de todos los partidos apuntando al hecho alarmante de que el consenso socialdemócrata se había convertido en universal y que incluso las formaciones políticas supuestamente defensoras de la competitividad, la iniciativa individual y la libertad de mercado habían sucumbido al canon intervencionista. Esta denuncia del Premio Nobel austríaco cuenta ya con más de medio siglo de antigüedad, pero sigue plenamente vigente. La deuda pública en España ha alcanzado la mareante cota del 100% del PIB y no hay forma, pese al brutal esfuerzo fiscal al que se somete a los contribuyentes, de que el déficit se contenga hasta los límites señalados por el marco europeo. Se protesta por el austericidio cuando lo que nos arruina es la prodigalidad de un Estado hipertrofiado. Nunca como en estos días de confusión mental adquiere su significado más auténtico la expresión “predicar en el desierto”. Véase si no el desastre griego. Ese es el futuro que nos aguarda a menos que despertemos del sueño colectivista y nos liberemos del rencor y de la envidia a la hora de escoger una papeleta que meter en la urna. Al tiempo.

 

.
Fondo newsletter