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Este artículo se publicó en La Gaceta antes de convertirse en La Gaceta de la Iberosfera, no siendo entonces propiedad de Fundación Disenso.

Juego de tronos

29 de septiembre de 2014

Sólo ha hecho falta una votación en el Consejo Político Nacional de Coalición Canaria (CC), el partido del presidente del Gobierno de Canarias, Paulino Rivero, para acabar con unos meses donde al susodicho se le había olvidado cuál era su cargo, en qué consistía, qué es la lealtad institucional y dónde están los límites.

Sólo una votación, unos minutos, unas papeletas han bastado para que Rivero se haya dado cuenta de que sus salidas de tono, su irresponsabilidad política, y su decisión de atacar día si y día no a un partido y a un Ejecutivo Central que ha sido elegido mayoritariamente por el pueblo español no ha sido la mejor estrategia para su campaña personal.

El todavía hoy presidente de Canarias llevaba unos meses inmerso en una “lucha interna” dentro de su propio partido para elegir candidato de cara a las próximas Elecciones Autonómicas que se celebraran en mayo de 2015. Su contrincante, por definirlo de alguna manera, fue el hoy alcalde de La Laguna y secretario general de CC en Tenerife, Fernando Clavijo, al que desde aquí queremos felicitar.

No es nuestra intención entrar a valorar este proceso, porque es algo que nunca hemos hecho y que además no es de nuestra incumbencia. Ahora bien, sí queremos analizar con estas líneas lo que ha supuesto esta batalla política y cómo ha influido para que Paulino Rivero confundiera cargo público con cargo orgánico.

Por esta razón, se había erigido como salvador de los canarios y portavoz en contra de las prospecciones que se pretenden realizar en Canarias. Ya lo explicó muy bien el Ministro de Industria, José Manuel Soria, cuando afirmó que el problema de Rivero no era Repsol sino su reelección en Coalición Canaria.

Si no, no nos explicamos cómo un presidente de Gobierno puede llegar a anunciar un referéndum que ya hemos advertido por activa y por pasiva que es ilegal, cuando además se cae de maduro que la obligación de cualquier gobernante es cumplir y hacer cumplir la ley, y las reglas del juego no pueden cambiarse a mitad de partido por caprichos personales.

Al presentarse a unas elecciones, donde por cierto en la página 121 de su programa electoral apostaba por atribuir competencias a la Comunidad Autónoma en materia de hidrocarburos, Rivero asumía como propias el respeto al orden constitucional. De hecho, prometió por su conciencia y honor, el 7 de junio de 2011, cumplir fielmente las obligaciones del cargo de presidente del Gobierno de Canarias con lealtad al Rey y guardar y hacer guardar la Constitución como norma fundamental del Estado.

Pues no estaría mal que algunos de sus asesores le recordara que las leyes sólo prevén consultas autonómicas sobre temas de competencia autonómica, y en este caso, en concreto, la competencia de las prospecciones solo la tiene el Estado. Es más, creemos que no hará falta recordarle la decisión del Tribunal Supremo de desestimar los recursos contra los permisos de exploración concedidos a Repsol en aguas cercanas a Canarias.

Está claro que la estrategia del presidente autonómico se ha demostrado poco acertada. Más aún cuando su propio partido, aquellos mismos que lo jaleaban por sus alegatos en contra de las prospecciones, le han dicho con su voto que es mejor que no repita candidatura, que no es la persona idónea para afrontar un tercer mandato.

Así las cosas, Canarias se enfrenta a ocho meses cruciales. Ocho meses gobernada por un Ejecutivo interino y precario, pues el presidente Rivero no será el candidato por CC, y tampoco el vicepresidente, José Miguel Pérez, secretario general del PSOE en Canarias, repetirá como candidato. Aunque todos sabemos que en Canarias no gobierna quién gana.

Esperamos por el bien de todos los ciudadanos, que ambos dediquen su última etapa al frente de este Gobierno a tomar las mejores decisiones para este Archipiélago. Confiamos en que ahora que están libres de toda carga dejen de confundir sus intereses personales y sus batallas partidistas con el interés general de esta Tierra.

Canarias lo agradecerá.

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