A los 90 años. Supongo que su nombre apenas dirá ya nada a nadie. Fue, sin embargo, figurilla del progresismo en el pasado siglo. No de mucho relieve pero incordiante.
Como otros compañeros de Orden parecía tener como profesión el ser firmante. Así le vemos con otros veinte teólogos manifestándose contra el «impuesto religioso» (El País, 28.9.1987), apoyando, con otros veintiocho miembros de la Asociación Juan XXIII, el escrito de Casiano Floristán Perdonar y pedir perdón», del que hoy ya nadie se acuerda pero que entonces tuvo algún eco (El País, 13.2.1998), ya en 1984 formaba parte de la Juan XXIII (Abel Hernández: Crónica de la cruz y de la rosa, pg. 87), fue uno de los firmantes de la declaración de la Juan XXIII contra la Dominus Iesus… Un joya, aunque de escasos quilates.
Hay que reconocerle, también, que ya septuagenario sintió comprensión hacia las víctimas del terrorismo de ETA y que con el también jesuita Beristain se puso decididamente a su lado. Llegando a criticar a Setién por su escasa sensibilidad con esas víctimas (ABC, 20.2.1996)
RD anuncia hoy su fallecimiento y ya ni recuerda, o apenas, sus simpatías progres. Mucho más le va a servir ante Dios su acercamiento a las víctimas del terrorismo.
Qué el Señor tenga misericordia de su alma.
Otro jesuita de la antigua provincia de Loyola que se va. Hace pocos días me parece recordar que quedaban 204. Tal vez el año termine con menos de 200 en las Vascongadas y Navarra. Y la mayoría ancianos. Una hecatombe.
