«Ser es defenderse», Ramiro de Maeztu
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Este artículo se publicó en La Gaceta antes de convertirse en La Gaceta de la Iberosfera, no siendo entonces propiedad de Fundación Disenso.

Los obispos más ancianos de la Iglesia

El obispo más anciano de la Iglesia al día de hoy es el francés Leuliet, emérito de Amiens, que tiene 104 años.

Hay dos con 101, ambos norteamericanos.

Otros dos con 100, un argentino y uno de la República Democrática de Congo, aunque nacido en Europa

Uno, italiano, de 99

Siete con 98, con uno más en puertas pues el 30 de abril se incorporará al grupo. Hay entre ellos notable presencia de la lengua española. un chileno, el primer cardenal que aparece en la lista aunque sea recientísimo en la púrpura, el italiano Loris Capovilla, dos españoles, el misionero Garaygordóbil y Don Damián Iguacén, , un indonesio, aunque nacido en Holanda, un francés y el primer africano nativo, de la República Democrática de Congo. El que está a punto de ingresar es brasileño.

Siete tienen 97 años, aunque ya hemos dicho que uno está a punto de dejar el grupo para ingresar en el superior.

Tres tienen 96

Ocho, 95

Doce, 94

Trece, 93

Veinticuatro, 92

Diecisiete, 91. Aunque cuatro de ellos, D.m., en días pasarán a engrosar la lista de los de 92 años. Entre los de 91 hay dos españoles. El que fuera auxiliar de Madrid, Iniesta y quien fue obispo de Cartagena, Azagra.

La ancianidad merece un respeto, el Papa Francisco lo recuerda con insistencia, y más si esos años se consumieron al servicio de la Iglesia de Dios. Aunque en algunos fuera muy mal servicio. 

Dejaran el recuerdo histórico que hayan dejado, que ahí queda, para bien o para mal, os pido, queridos lectores, que hoy dediquéis una oración a Dios por sus personas. Para que Él haga lo más soportable posible sus achaques y les espere con el abrazo misericordioso el día, que no puede ser muy lejano, en el que comparezcan ante Él. Con las manos llenas, muchos, y no tanto otros.

De uno de ellos, pésimo obispo en sus días, me consta que su silla de ruedas, con él encima, claro está, pasa muchas horas en la capilla ante el Santísimo encerrado en el sagrario. Eso vale muchísimo más que todos sus errores episcopales.

Hay un dogma en la Iglesia que tenemos olvidadísimo y que, como todos los demás es fundamental: la comunión de los santos. Y en el que participamos todos aunque en muchos de los que estamos todavía en este mundo se nos note tan poco la santidad. Hoy, no sé por qué, pues no había ningún motivo especial para ello, se me ocurrió este artículo. Rezad por ellos. Que no pocos de ellos lo están haciendo por nosotros. Algunos posiblemente ya sin conocimiento. Pero rezo es, sigue siéndolo, una vida entregada a la Iglesia. Con aciertos y con errores. Y hasta es posible que con más errores que aciertos.

Y si alguno de ellos, Dios no lo quiera, su labor consciente no fue para edificar la Iglesia de Cristo sino para destruirla, motivo de más para encomendarles muy especialmente. Para que en estos días declinales encuentren al Dios a quien no quisieron seguir.

Qué quien es no rico sino derrochador de misericordia acompañe hasta la hora de su muerte, que necesariamente no puede ser lejana, a estos sucesores de los Apóstoles para que les sean leves los días que les quedan en la tierra y gloriosos los del cielo. Pero no le dejemos todo a Él. Esté también nuestra oración por ellos. Que muy posiblemente esté también la de ellos por nosotros. No voy a cambiar mi juicio histórico sobre Iniesta o sobre Azagra. Sobre Don Damián lo tengo espléndido. Pero ello no menoscaba para nada mi oración por ellos. Qué Cristo les acompañe, amoroso, en sus días y después les reciba en el cielo. Y que ellos, desde aquí, ahora, y desde allí, después, nos encomienden también a todos para que un día nos podamos reunir en la alabanza eterna al Padre, al Hijo y al Espíritu Santo.     

 

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