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Este artículo se publicó en La Gaceta antes de convertirse en La Gaceta de la Iberosfera, no siendo entonces propiedad de Fundación Disenso.

Golpe de Estado a plazo fijo

25 de agosto de 2014

El tema de la corrupción transversal y generalizada ha terminado de calar, de llegar, por fin, a las conciencias y al conocimiento masivo de la sociedad española. Harta de mantener con sus impuestos, primero a una clase política que fue inundando todos los ámbitos de la vida social, económica, cultural y hasta de la Justicia, y que desembocaría después en una partitocracia insufrible, endogámica, egoísta y autoritaria llamada popularmente “casta política”, está reaccionando contra quienes pretenden seguir manteniendo, contra viento y marea, los privilegios de esa supuesta casta superior.

Pero, ¿cómo se llegó a esta situación, o se ha llegado, o quiénes han sido los autores principales de este despropósito político que puede llegar a acabar literalmente con toda clase de democracia? Fíjense que no hablo del Estado de Derecho porque, en mi opinión, éste no existe en nuestro país desde que, en 1985, el Poder Judicial pasó a ser controlado por el Ejecutivo y el Legislativo. Me estoy refiriendo a una democracia tan sumamente imperfecta como la española en la que el relativismo político campa a sus anchas por todas partes, admite lo inadmisible o asume lo inasumible por mucho que con ello se ataquen los principios más elementales de la autoridad, la honradez, la responsabilidad, la dignidad y la ética políticas.

Es innegable que durante el felipismo la corrupción creó escuela. Aunque ya he escrito en otro lugar que esa corrupción comenzó incluso antes de 1982. Y, después, todos los partidos políticos, sindicatos y patronal, cuando ya habían aprendido la lección, cayeron en la misma indignidad. Unos más y otros menos. Pero lo cierto es que no conozco ninguna de estas instituciones que pueda decir aquello de que el que esté libre de pecado, que tire la primera piedra. Sobre todo, porque la Justicia está en sus manos, tanto la Fiscalía General del Estado como el Consejo General del Poder Judicial. ¡Con más de 10.000 políticos aforados!

Si la situación general en España era la descrita hace muchos años, ¿cómo no iba a suceder en el ámbito de la cerrada y exclusivista clase política catalana algo similar a lo que podía suceder en el PSOE, en el PP, en IU, en la UGT, en CCOO, en la CEOE, etc.? El mito del “oasis” catalán era sólo eso, un cuento chino. En especial, en el partido inmaculado creado por Jorge Pujol llamado Convergencia Democrática de Cataluña (CDC). Y no quiero remontarme al fraude que este caballero organizó en la década de los años setenta del siglo pasado, cuando dijo que iba a crear un banco exclusivo catalán –Banca Catalana- con el que financiar su entonces aparente catalanismo, que en su fuero interno se traducía en un irrefrenable separatismo.

El supuestamente primer patriota y “padre” de todos los patriotas catalanes –entendiendo por tales a los nacionalseparatistas de aquella región española-, padre político de su amigo y Consejero en la Generalidad, su actual presidente Arturo Mas, no sólo obtuvo de los gobiernos de España cuanto le vino en gana a partir de 1993, sino que, aprovechando su prefabricada fama de austero, honrado y otras virtudes pregonadas por unos medios de comunicación catalanes subvencionados (yo diría comprados) por el poder político del dueño del “cortijo” –o del “oasis”-, aprovechaba dicha fama para, por otro lado, hacer a toda su familia, amigos y comparsas, multimillonarios. ¿Cómo? Pues, sencillamente, a través de la corrupción. Como podía hacerse en el PSOE, en el PP, en IU, en la UGT…

Dicen quienes dicen entenderlo y saberlo todo, estar enterados de todo, comprenderlo todo y dar soluciones para todo, que la nota emitida por Jorge Pujol –cínica nota, por cierto- el 25 de julio pasado, viernes por la tarde, ha sido una bomba de relojería contra su propio partido y contra el movimiento secesionista catalán.

Yo, que no sé nada y no deseo sentar cátedra de mis limitados conocimientos, no estoy de acuerdo con tan elemental deducción. Es cierto que Arturo Mas es un político con muy poco futuro –algunos dicen “amortizado”-y que su  partido ha recibido un fortísimo golpe con la declaración de Pujol y la “fuga” y el oportunismo del socio de CiU, Durán y Lérida.

Hay que recordar que detrás de CiU o de CDC hay partidos, como el PSC, muy poco fiables desde el punto de vista ideológico y que asumen con sorprendente facilidad las tesis del nacionalismo. Y el separatismo de la Esquerra Republicana, cuya ideología está ya muy ampliamente difundida por toda Cataluña en virtud de los fantásticos errores cometidos por los gobiernos de España, es un factor esencial en la consecución de ese separatismo al que aspiran desde su creación. Tras esta Esquerra están, además, grupos separatistas y antisistema como la CUP, la Asamblea Nacional Catalana, etc., dispuestos a llegar hasta no se sabe dónde.

No es creíble, desde luego, que ese conglomerado del separatismo catalán llegue al extremo de la patética y ridícula aventura protagonizada por el excoronel Francisco Maciá cuando, en septiembre de 1926, después de casarse con una rica mejicana, formó un “ejército” de 500 fanáticos bien pagados que, desde Francia, pretendían invadir España por Cataluña para liberarla del yugo españolista. Aquel esperpento de Prats de Molló terminó siendo disuelto por la gendarmería francesa y Maciá condenado en aquel país a dos meses de prisión.

Ni tampoco es lógico pensar que la Esquerra se atreva a proclamar en un acto multitudinario, como hizo el 24 de septiembre de 1934: “Futuros soldados del Ejército liberador de Cataluña: pronto seréis llamados a cumplir altos designios. España no existe para nosotros”. Sin embargo, estas bravatas eran tomadas entonces muy en serio: “Cuando se ha sentado la premisa de , no es de extrañar que las masas que han respirado tales enseñanzas no se detengan en sutiles distingos entre nacionalismo y separatismo, y tiendan a hacer que la nación catalana y el Estat Catalá sean una realidad”. Este parrafito lo escribió Enrique de Angulo en el libro “Diez horas de Estat Catalá”.

Sólo 12 días después de aquella proclama, el 6 de octubre, el presidente de la Esquerra catalana, Luis Companys, proclamaba desde el balcón principal de la Generalidad “el Estado catalán dentro de la República Federal Española”. Todos sabemos que el general Batet, catalanista, al frente de sólo 400 soldados, acabó con aquella rebelión bien organizada de unos 20.000 “escamots” contra España y la Segunda República, teniendo que huir de Barcelona por las alcantarillas Dencás, Menéndez, Pérez Sala, Guarner y alguno más, hasta lograr refugiarse en Francia.

Es evidente que la situación de hoy en Cataluña no es comparable con el secesionismo armado de 1926 o de 1934. Pero sí es enormemente alarmante la situación política creada, en gran medida, por los sucesivos gobiernos de España, por su permisividad y dejación en el cumplimiento de las leyes y de las sentencias judiciales en aquella región española.

El presidente del gobierno español, que se enfrenta a un golpe de Estado a plazo fijo –el 9 de noviembre próximo- está seguro y garantizándonos a todos que no se producirá. Nos está pidiendo que tengamos en él tanta fe como en los Santos de nuestra devoción o en la Virgen del Pilar. Creo que es pedir demasiado. Al menos a mí, que no creo en políticos que han descartado en esta legislatura hacer política, animar a sus votantes y entusiasmarles con políticas con las que estaban convencidos de que el PP se atrevería con ellas. Todos pueden imaginarse a lo que me refiero, y no sólo a salvar a España de la ruina económica gracias a esquilmar a las clases medias.

¿Cómo es posible creer en este sistema y en las promesas de nadie cuando, 26 días después de la confesión del muy poco honorable Pujol, nadie lo ha llamado aún a declarar? “No te preocupes, Jordi, que esto se olvidará”, le dijo su mujer. Y lo más grave es que muy probablemente así será. ¡Qué país!

 

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