«Ser es defenderse», Ramiro de Maeztu
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Este artículo se publicó en La Gaceta antes de convertirse en La Gaceta de la Iberosfera, no siendo entonces propiedad de Fundación Disenso.

Los socialistas no son de fiar

5 de junio de 2014

Al carajal socialista al que estamos asistiendo en los últimos días a cuenta de quién manda más o menos en el apaleado PSOE tras las urnas del 25-M sólo faltaba la abdicación real. Y ello porque, era inevitable, entre los socialistas ha vuelto a aflorar un debate que estaba completamente dormido desde la Transición; su auténtica raíz republicana. La chapuza de la Ley de Sucesión, un texto legal de 70 palabras improvisado deprisa y corriendo -tras 35 años para haber podido hacerlo- ha puesto al descubierto las miserias y la indisciplina de muchos diputados socialistas que sienten auténticas ganas de votar en contra. 

De poco están valiendo estos días las llamadas al orden de Valenciano y Rubalcaba, prohibiendo la libertad de voto en Cortes el próximo día 17, como si lo del mandato imperativo no fuera una broma. De menos aún el elogio público del presidente del Gobierno hacia su ministro sin cartera, el todavía secretario general del PSOE. Las bases del PSOE son republicanas y el juancarlismo ha pasado a la historia. Eso está bien y tiene su lógica. Pero un partido de gobierno, como aspira a seguir siendo el PSOE, no puede permitirse estos días el menor ápice de duda sobre su lealtad y su sentido de Estado porque, entonces, el frágil equilibrio sobre el que se asienta el actual edificio institucional se vendrá definitivamente abajo. Tal vez sea lo que menos necesita España en este momento. O tal vez sea una oportunidad de oro para, haciendo virtud de la necesidad, construir un nuevo modelo, que dé por definitivamente finiquitado el de 1978 y que nos permita hablar, con toda propiedad, de una segunda Transición encarnada en la persona del futuro -casi ya presente- Felipe VI. Una segunda Transición de la que los más conservadores, en el sentido más amplio del término, no quieren ni oír hablar pero que tal vez sea lo que más necesitamos en este momento en el que los ciudadanos -sobre todo las generaciones más jóvenes que no votaron la Constitución- demandan unas reglas del juego completamente diferentes. 

¿Cuanto peor mejor? Tal vez… tal vez la falta de lealtad institucional de los socialistas abra el camino, por una vez, a lo que España realmente necesita. Ya se sabe que Dios acostumbra a escribir derecho con renglones torcidos.

 

 

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