«Ser es defenderse», Ramiro de Maeztu
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Este artículo se publicó en La Gaceta antes de convertirse en La Gaceta de la Iberosfera, no siendo entonces propiedad de Fundación Disenso.

Rubalcaba, ‘el chollo se te acaba’

25 de junio de 2014

 

Hace de ésto ya algunos años. Tantos que me da pereza recordarlo aunque de la anécdota se inferirá que hablamos de mediados de los noventa, prácticamente al final del ‘Felipato’. Era una tarde de infierno en las Ventas. Caía un sol de justicia pasadas las siete y quien abría aquella tarde el cartel (taurino, se entiende) perpetraba, más que ejecutaba, una faena de las que justifican la entrada en el albero de la pareja de la Guardia Civil. El público aguantaba la insoportable canículan y el aburrimiento como mejor podía hasta que a uno de los amigos que tenían a bien cederme de cuando en vez la entrada de uno de sus varios abonos, navarro y cachondón por más señas, no se le ocurrió mejor cosa que mirar al palco. En qué hora lo hizo porque en él, además de su majestad el Rey don Juan Carlos, que aquella tarde honraba la plaza con su presencia, se sentaban Alfredo Pérez-Rubalcaba y su inseparable -por entonces- José María Rodríguez Colorado, ‘Colo’, para los amigos… Pues ya estábamos todos: -‘Rubalcabaaa / el chollo se te acabaaa’, comenzó a canturrear mi amigo cada vez a mayor volumen. Estábamos en el ‘9’, terreno abonado, como saben bien los taurinos. Poco a poco, en cuestión de minutos, los tendidos vecinos eran ya un clamor: -‘Rubalcabaaa / el chollo se te acabaaa’, acabó coreando la plaza entera (salvo los del siete, como es natural). El ya por aquella época veterano político socialista no podía ocultar su incomididad. Lo malo no fue que a su amigo ‘Colo’ le estuviera haciendo gracia la cosa… lo peor es que incluso don Juan Carlos, a duras penas podía contener la risa.

Como casi 20 años después puede comprobarse, a Rubalcaba el chollo no se le acabó. Ni mucho menos. Ahí siguió, contra viento y marea. En la oposición, de nuevo en el Gobierno, de nuevo en la oposición… Ni se le acabó a Rubalcaba ni a muchos otros. Dice mi admirado Román Cendoya que todos tenemos, más o menos, una selección española en la cabeza de cuando éramos chavales. En mi caso podrían ser Arconada, Camacho, Tendillo, Alesanco, Gordillo… pues bien; ya entonces, Rubalcaba y muchos de los que le acompañan en esa agradecida profesión -no diré casta- de la política estaban ahí. Y ahí continúan, Rajoy, sin ir más lejos. 

Con el adiós del ya casi exsecretario general socialista, se despide la segunda ‘R’ del sistema, ya saben. Rey, Rajoy y Rubalcaba. Se va y deja tras de sí el mismo guirigay en su partido en el que se sumirán los populares en cuanto pierdan el poder. Y cada vez son más las señales que indican que estamos cerrando, en éstos meses, un sistema, que -como su propio nombre indica- siempre debió ser transitorio y que sirvió, con la eficaz excusa de que los españoles no volviéramos a matarnos entre nosotros por segunda vez en un siglo, para la cooptación de unas élites políticas que se lo han montado de cine a costa del pueblo a cuyo servicio siempre han jurado consagrarse con el necesario soporte de unos poderes financieros que ya lo eran durante el franquismo y que han seguido beneficiándose a su capricho de esa finca llamada España. Todo bajo la atenta vigilancia de la más alta institución del Estado, primera interesada en que el guión se cumpliese a la perfección. El cambio en la jefatura del Estado por un nuevo monarca, joven y pegado a su tiempo y el relevo que se atisba en quienes hasta ahora manejaban, desde el puente de mando, los dos grandes portaaviones del ‘Sagastacanovismo’ imperante, unido a la eclosión de fuerzas políticas regeneracionistas, aunque algunas no escondan un perfil totalitario que habrá que desemnascarar cuanto antes, auguran tiempos distintos e inciertos. Tal vez mejores, o tal vez no. Pero diferentes, seguro. Esperemos que a beneficio del conjunto de los ciudadanos, no sólo de unos cuantos.

 

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