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Este artículo se publicó en La Gaceta antes de convertirse en La Gaceta de la Iberosfera, no siendo entonces propiedad de Fundación Disenso.

Bombardear civiles, una práctica frentepopulista manejada por su propaganda

Durante la Guerra Civil se produjeron bombardeos sobre población civil en muchos municipios de España. Es incuestionable. Pero fue una técnica que empezó a practicar el bando del Frente Popular y que practicaron abundantemente durante toda la contienda, a pesar de que su propaganda y sus voceros se empeñen en intentar achacar esas prácticas como una exclusiva del ejército de Franco.

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Los primeros bombardeos sobre civiles los realizó la aviación “gubernamental” sobre barrios populares de Ceuta y Melilla el 19 de julio de 1936, el objetivo era que la población de extracto social más bajo se revelase contra los sublevados en el foco mismo de la sublevación. De hecho, unidades del ejército de África se desplazaron para socorrer a los heridos por la acción bélica frentepopulista y detuvieron, sobre el terreno, a varios miembros del PCE, del PSOE y de las Juventudes Socialistas Unificadas cuando repartían soflamas que llamaban a “parar a los alzados”.

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Pero no fueron casos aislados, ni mucho menos. Antes de que terminase el mes de julio de 1936, es decir, en apenas doce días, la aviación frentepopulista había bombardeado ya Zaragoza, Córdoba, Sevilla, Toledo y varias localidades controladas por los alzados.

Si bien fueron bombardeos de escasa efectividad que causaron pocas víctimas, el primer episodio con cierta repercusión se produjo el último día del mes de julio en varias poblaciones de Extremadura. Los hechos son, cuanto menos, llamativos. Los agentes de la Guardia Civil de Cáceres y de Mérida fueron enviados, junto a sus familias, a Madrid para evitar que se sumasen al levantamiento. En el tren que les trasportaba se amotinaron y se dirigieron, pasando por Santa Amalia, a Miajadas. Las dos poblaciones fueron bombardeadas por aviones del Gobierno en sendas operaciones de castigo. En ambos casos las víctimas fueron civiles, ni un solo guardia ya que no se encontraban en las poblaciones en el momento de los bombardeos.

 

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Mérida recibió en las últimas semanas de agosto varios bombardeos, al igual que Sevilla y otras poblaciones bajo control de los nacionales. Entre el 15 y el 31 de agosto hubo 45 incursiones aéreas republicanas sobre población civil con un balance de ochenta muertos y ciento cincuenta heridos. El más duro se produjo en Santa Amalia, donde se había alojado la columna Castejón en su avance hacia Madrid. El pueblo fue bombardeado y murieron 46 civiles.

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Si damos un salto en el tiempo, en la campaña del norte durante la primavera de 1937, los bombardeos del ejército frentepopulista se convirtieron en acciones de castigo sobre la población civil en lugares bajo control de los alzados. Así, el 12 de abril de aquel año bombardearon Valladolid, causando 30 muertos y más de 100 heridos, pero en los días siguientes machacaron Palma de Mallorca, Granada, Sevilla, Talavera de la Reina, Burgos, Alba de Tormes, Navalcarnero, Segovia, Cantalejo, Cáceres, Córdoba, Daroca, Calatayud, Miranda de Ebro y Zaragoza.

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Especial inquina mostraron sobre la ciudad de Cáceres en los meses siguientes. Allí el 23 de julio de 1937 cinco Katiuskas arrojaron 18 bombas en el Mercado de Abastos, el Instituto de Enseñanzas Medias, Gobierno Civil, Plaza de Santa María, trasera del cuartel de la Guardia Civil y las calles Santi Estpíritu y Nidos. Más de 70 muertos y casi 300 heridos que los historiadores marxistas eliminan sistemáticamente de sus historias sobre la Guerra Civil.

 

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Este tipo de acciones continuó durante toda la Guerra Civil con intensidad semejante. Pero llama mucho la atención el bombardeo que se produjo sobre la población de Cabra el 7 de noviembre de 1938. Situada en la retaguardia más lejana del frente, en Córdoba, tres bombarderos republicanos descargaron en día de mercado veinte bombas que causaron 109 bajas inmediatas y 234 heridos de los que algunos fallecerían en los días siguientes. Fue una campaña de castigo que se oculta habitualmente en los libros de texto, a la vez que se magnifica el que un año antes y en zona de vanguardia de guerra se produjo sobre Guernica con consecuencias muy similares.

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