«Ser es defenderse», RAMIRO DE MAEZTU
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Este artículo se publicó en La Gaceta antes de convertirse en La Gaceta de la Iberosfera, no siendo entonces propiedad de Fundación Disenso.

En la antesala de la revolución

24 de noviembre de 2014

Hay un mundo que desaparece sin darse cuenta, convencido de que el tiempo que lo transforma y amputa sólo es un reality de televisión, y que en algún momento cambiará el canal y aparecerá de nuevo la teletienda y la clase media. De los periodos prerrevolucionarios asombra la inconsciencia colectiva, igual que sorprende la mansedumbre de las víctimas de los grandes genocidios, que casi todos caminan hacia el cadalso o la cuneta con una resignación casi poética, como si el único destino del hombre sea dejarse asesinar por sus semejantes.

Quizá las dos imágenes están íntimamente relacionadas, y los condenados de todos los tiempos – por tener gafas en Camboya o un abuelo judío en Alemania, otros por esconder una escarapela blanca en La Vendée, o millones por portar un crucifijo- asumen su cruento final como penitencia por no haber respondido a tiempo a las amenazas, por no advertir los síntomas evidentes de que su libertad se agotaba, o por despreciar a sus verdugos cuando estos empezaron a construir el horror.

España padece ahora uno de esos momento de desconcierto e inconsciencia. Durante décadas de educación socialista y separatista, se ha sembrado un odio que ahora florece exuberante, abonado por eso que llaman crisis, y que en realidad es la imposición de una nueva estructura económica -made in China-, una sociedad de ricos estatistas -con carnet de cualquier partido o despacho en cualquier multinacional- y nuevos pobres camino del ranchito.

La historia no se repite, pero sí que se versiona. En la que nos toca, podría sorprender que stablishment y populismo coincidan en todos los planteamientos fundamentales, pero tampoco es nuevo, los gobiernos decadentes suelen asumir las ideas que habrán de liquidarlos. PP-PSOE-Podemos, comparten la misma antropología y defienden con vehemencia las nuevas fórmulas de lo totalitario, el relativismo y la ideología de género. Esa coincidencia en lo esencial -hasta en la corrupción- a lo mejor explica que no haya más miedo en los grandes despachos. En realidad, si el PP ha firmado un acuerdo de colaboración con el Partido Comunista Chino, seguro que se ven capaces de repartirse el pastel con los podemistas. Lo cierto es que Rajoy y Soraya, están mucho más cerca de Pablo Iglesias que de su propio electorado, lo contemplamos en temas tan dispares como el aborto o los impuestos.

Así que el mundo que desaparece no es el de Bárcenas o Pujol, sino que es el nuestro, el de los españoles de a pie, el de las familias, y el de los breves espacios de libertad que nos quedaban. El individualismo de los privilegiados y los colectivos genocidas están trabajando en amigable colaboración, y nos han excluido muy a propósito. No será la primera vez que pactan comunistas y ladrones, ni hace falta irse a Pekín para verlo.

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