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Este artículo se publicó en La Gaceta antes de convertirse en La Gaceta de la Iberosfera, no siendo entonces propiedad de Fundación Disenso.
Socio-Director de Eurogroup Human Resources.Orgulloso de colaborar con Intereconomía desde abril de 2012."""
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La ‘castita’ de Podemos imita a la mafia del PP-PSOE

27 de noviembre de 2014

                                 

Jack Welch, el mejor gestor del SXX, según la revista Fortune, llevó la competitividad empresarial hasta el límite en la década de los 80 del siglo pasado y, gracias a ello, consiguió transformar a una ineficiente General Electric en una compañía líder.

La gestión sostenible de personas basada en la meritocracia fue uno de los innovadores procesos gerenciales que implantó Welch en GE, el mismo consistió en despedir anualmente al 10% de los gerentes con peores resultados, y premiar retributivamente al  top 20% que cumplía los objetivos.   

En el entorno empresarial, evidentemente, tanto el liderazgo como la innovación son dos factores clave para alcanzar el éxito.

Cambiando de tercio, el liderazgo en la política española, sobre todo, en lo referente a los dos principales partidos está huérfano. Y dado el ínfimo nivel intelectual, formativo y profesional de la mayoría de nuestros políticos, todo indica que el nepotismo adherido a las estructuras organizacionales de los dos partidos mayoritarios se seguirá imponiendo al liderazgo.  

Por el contrario, la innovación política se vende muy barata en España.

A un partido que expulsara y, en consecuencia, no protegiera a sus dirigentes políticos corruptos, por mínima que fuera la irregularidad o corruptela cometida por los mismos, se le podría calificar con el adjetivo de innovador. Por desgracia, en la política de nuestro país, la innovación está íntimamente ligada a la ejemplaridad.       

Pablo Iglesias es un “líder por accidente”, puesto que su liderazgo es más emocional que real porque el mismo está basado en el hartazgo de sus seguidores en relación a la corrupción procedente de los dos partidos tradicionales.

No obstante, Iglesias está perdiendo la oportunidad de “liderar accidentalmente” a un partido innovador, debido a que Podemos está imitando la vieja y corrupta política del bipartidismo fundamentada en proteger a los dirigentes salpicados por la corrupción, en lugar de expulsarlos inmediatamente al menor indicio.

¿La emergente “castita” de Podemos comienza a copiar a la mafia del PP-PSOE?

Si Jack Welch hubiera mantenido en la plantilla de GE a los gestores que no cumplían sus objetivos, la citada compañía nunca hubiera alcanzado los estándares competitivos, diferenciadores, económico-financieros e innovadores que  convirtieron a esta compañía en un referente empresarial a nivel mundial.

Las comparaciones son odiosas, máxime, teniendo en cuenta que General Electric es un icono del capitalismo. Y Podemos es un partido de corte leninista. Igualmente, Jack Welch es calvo.

Pero, los anticapitalistas de  Podemos podían tomar nota. No se trata de destituir a los dirigentes políticos menos cualificados para alcanzar, en este caso concreto, los objetivos electorales, bastaría de momento con expulsar a aquellos que están manchados por la corrupción, independientemente de lo profunda que sea la mancha.

Mientras Pablo Iglesias no predique con el ejemplo, será considerado un pseudo líder, procedente de la decadente y sectaria casta universitaria y aspirante a la corrupta casta política. Del mismo modo, una condición sine qua non para que Podemos se transforme en un partido innovador es la relativa a no albergar corruptos en sus filas.

 

Hasta la fecha, el liderazgo de Iglesias y la innovación de Podemos brillan por su ausencia.     

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