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Este artículo se publicó en La Gaceta antes de convertirse en La Gaceta de la Iberosfera, no siendo entonces propiedad de Fundación Disenso.

Crítica: Siempre Alice, siempre eterna (3,5/5)

Los ojos de Julianne Moore en Siempre Alice (Still Alice) se clavan en el infinito porque no le queda otro lugar al que mirar. El alzheimer entra en la vida de su personaje en silencio y destruye lentamente una vida dedicada al estudio, borra de su mente los nombres de sus hijos y la aísla en su matrimonio. Con tintes que rozan el documental, Siempre Alice es un pequeño relato que se sostiene en su totalidad en la conmovedora interpretación de Moore en su fortaleza, su debilidad y su lucha contra el olvido.

Siempre Alice es una película que no busca la complejidad ni el relato épico. Tras detectar unos olvidos que se salen de lo rutinario, la profesora universitaria Alice Howland descubre que padece un tipo de alzheimer prematuro y agresivo que cambia su vida para siempre. No existen grandes giros en la trama ni momentos trepidantes: construída de forma tradicional, la película es el relato de una caída progresiva hacia el vacío y la soledad contada con una melancolía que conmueve por su cercanía a la realidad.

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El dolor no es físico, pero no por ello es menos importante. Julianne Moore interpreta de forma magistral el deterioro de Alice desde el momento en que detecta el alzheimer hasta que la enfermedad la destruye y, en concreto, son precisamente llamativos sus cambios de expresión a lo largo de la cinta. Sentada en un sillón con la mirada vacía, Moore es capaz de impactar; y con cada momento de sufrimiento -cada vez más abundantes a medida que progresa la enfermedad-, es contundente. Y la película, en su tranquilidad, contiene su dramatismo pero a la vez desborda la tragedia de vivir perdiéndose a sí mismo.

Mientras Alice ha sido dibujada con un realismo que roza al género documental, la mayoría de los personajes de la cinta son un puro acompañamiento a los que no se les ha dotado de profundidad excepto la hija menor de la protagonista, Lydia, interpretada por Kristen Stewart. La joven actriz, ahora encaminada hacia un cine más independiente, sorprende gratamente en su papel, evoluciona y, aunque no llega a brillar, es creíble y congenia en la gran pantalla con Julianne Moore.

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A pesar de que Siempre Alice transcurre de forma sosegada, los directores Richard Glatzer y Wash Westmoreland han concebido una película puramente dramática por su cercanía a la realidad, conseguida a través de una intensa documentación sobre la enfermedad, y, en definitiva, una bella reflexión sobre el dolor y la soledad cuando lo que queda de lo que uno fue son los recuerdos de quienes le conocieron. Pero, al final, Alice seguirá siendo Alice. 

Puntuación: 3,5/5

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