«Ser es defenderse», Ramiro de Maeztu
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Este artículo se publicó en La Gaceta antes de convertirse en La Gaceta de la Iberosfera, no siendo entonces propiedad de Fundación Disenso.

Contradicciones

25 de noviembre de 2015

Resulta paradójico el que los “refugiados” de Oriente Medio, siendo musulmanes creyentes en su mayoría,  hacinados alrededor de sus fronteras, considerando la importancia que conceden y el peso que tiene la religión en sus sociedades,  no busquen refugiarse o pidan asilo en los países de sus hermanos en la fe. Curiosamente buscan  alojarse  en sociedades occidentales en las antípodas de su forma de entender la vida. ¿Serán más bien refugiados económicos, emigrantes sin más, buscando una vida más digna? Probablemente, y es legítimo el que así se comporten.

Ahora bien la mayoría de los que huyen de sus países de residencia, donde tienen todas sus raíces, debe ser por motivos graves, no el simple deseo de aventura. En resumen: se ven a abocados a la miseria y al subdesarrollo, hundidos sin futuro en un marasmo político social que les conduce a una situación de carencia que les empuja a buscarse la vida en otro lugar. ¿O muchos lo que buscan es huir en busca de un mundo mejor sin plantearse luchar por una reforma en el suyo? Dejemos esa pregunta para otra ocasión…

En Europa hace no tantos años vimos como oleadas de personas buscaron una vida más prometedora y libre al otro lado del mar, así se formaron la mayoría de las sociedades del continente americano,   primero, en el norte, fueron empujados por la intolerancia religiosa del viejo continente, en el sur, a la conquista siguió el mestizaje físico y cultural,  cada uno buscando una nueva vida. La segunda gran oleada fue a lo largo del siglo XIX y fue esencialmente una migración económica tanto a los recién formados EE.UU. como hasta las tierras del sur americano.

A pesar de las grandes diferencias, todos tuvieron algo en común, que fue el rechazo a una Europa y a lo que entonces representaba, aquello que les impedía a ellos y a sus familias, progresar como personas. Unos siguieron emocionalmente unidos a sus orígenes, volviendo incluso a la “Madre Patria”, otros  cortaron con decisión todo vínculo y renegaron de aquellas sociedades con sus rígidos principios clasistas e inmovilistas, lo que no cabe duda es que la transformación mental de ambos fue importante, y esa transformación dio paso a que el continente que les había visto nacer también acabara por evolucionar. Tras infinitas guerras y revoluciones internas en donde ese mismo pueblo se dejo la piel para adquirir esos derechos.

   Aunque muchos rebatirán la siguiente afirmación, no deja de ser un hecho evidente, el continente americano, salvando áreas muy específicas, donde proliferaron algunos imperios  precolombinos, estaba prácticamente vacío, comparado con la concentración de población en Eurasia. La expansión se pudo llevar a cabo mayoritariamente sin una oposición contundente, tribus indígenas dispersas, sobre todo en el norte del continente, en el centro selvático y en el cono sur. Con lo cual el modelo de sociedad impuesta, fuera de los restos del Imperio Mexica, Maya o Inca, fue el de una sociedad europea occidental con matices locales más o menos acentuados.

Ante una oleada migratoria, de una parte muy poblada del globo a otra parte muy poblada del globo, con costumbres, tradiciones, religiones y principios político sociales y familiares, no solo distintos, sino contrarios en muchos casos, el problema que se plantea es muy diferente. Veamos el bosque y no los árboles, no estoy negando las luchas, conflictos, atropellos o exterminios que se produjeron en América, aunque nadie me puede negar que guarden proporción, con los conflictos del viejo continente. Desde Europa hasta China.

Por ello el tratamiento de este  fenómeno migratorio no puede ser igual.  De hecho estas migraciones, formarían parte de un fenómeno que se incluye más correctamente bajo el epígrafe “época de los pueblos en movimiento”.  Este fenómeno supone una combinación de dos factores: el primero un lento goteo a lo largo de muchos años, en que unos pueblos extraños al sistema, van progresivamente ocupando un lugar en el mismo  y segundo, a continuación,   invasiones masivas que se producen tras el colapso del gran estado, al producirse un gran vacío de poder, coincidiendo además con extremas necesidades de poblaciones limítrofes. No digo que esos movimientos sean idénticos al fenómeno al que estamos asistiendo, simplemente que guarda más relación con él, que con la absurda calificación de “refugiados políticos”.

La fórmula de acoger a pueblos enteros  en el seno de una comunidad,  más aun si no son homogéneos culturalmente,  no es una alternativa realista, hay que evitar roces que podrían llevar a una verdadera explosión social que podría desembocar en una guerra de consecuencias incalculables. Esperemos que tengan las autoridades europeas la sensatez e inteligencia para, estudiando hechos similares en el pasado,  llegar a una solución que necesariamente pasaría por asimilar culturalmente a los emigrantes que ya viven entre nosotros, erradicando incluso si fuera necesario la práctica de sus costumbres, prohibiendo estrictamente aquellas tradiciones en  contradicción con nuestro sistema, incluyendo practicas o teorías religiosas contrarias a nuestros principios. El multiculturalismo no es viable ante determinados planteamientos, el bagaje cultural conflictivo, debe quedar a las puertas de Europa para el que decida entrar en ella.

¿No se supone que han tenido que abandonar su país porque carecían de futuro y esperanza? ¿No es cierto que está huyendo huye de su propio mundo? ¿No es evidente que esas costumbres son, precisamente, uno de las razones principales por las cuales no tienen futuro y están sometidos a los caprichos de sus déspotas?  ¿Por qué tenemos que permitir sociedades paralelas que ya han demostrado su fracaso dentro de nuestras fronteras? ¿Acaso ellos nos permiten abrir libremente universidades, colegios o iglesias donde ellos controlan?  Desterremos la irreal y falsa idea de que ambas religiones predican la misma doctrina, no es verdad, o que la separación de iglesia, religión y estado existe en el Islam. No se puede rendir fidelidad a ambas, y sin duda para un creyente musulmán, como es lógico desde su punto de vista, siempre prevalecerá, por su fe, la voluntad de Alá, tal como viene reflejada en sus textos sagrados, ninguno, por moderado que pretenda ser, se atreverá a negarlo.

 

 Si no vemos y aceptamos una profunda diferencia entre ambos sistemas, y su profunda raíz religiosa, es precisamente porque esa idea misma, la de que podamos ser tan distintos, repugna a nuestras propias convicciones, lo cual es una prueba más de las diferencias entre ambas culturas y su incompatibilidad en un plano de igualdad dentro de las mismas fronteras.

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