«Ser es defenderse», Ramiro de Maeztu
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Este artículo se publicó en La Gaceta antes de convertirse en La Gaceta de la Iberosfera, no siendo entonces propiedad de Fundación Disenso.

Cuando el diálogo pretende sustituir a la acción

28 de julio de 2014

 La posibilidad de resolver los conflictos mediante el intercambio de ideas y hacer concesiones a cambio de obtener una solución negociada es una práctica tan antigua como la humanidad. Ahora bien también es una verdad conocida, aunque incomoda, que todo dialogo y concesión tiene unos límites bien definidos, si se quiere mantener el orden institucional entre pueblos y personas.

Las conversaciones por cómodas que resulten no evitan en última instancia el tener que tomar decisiones que implican acción, y esta por lo general suele ser lesiva para alguna de las partes. Cuando se materializa un conflicto entre dos grupos,  hay un momento en que si no se logra un acuerdo, hay que pasar a la acción y como dice el refrán “que venza el mejor…”No es un problema de justo o injusto, sino de supervivencia. Este principio es válido para el contencioso catalán o el palestino, obviamente con distinta intensidad y consecuencias. Nos hemos acostumbrado a que todo se puede hablar, en una sociedad acomodaticia que huye y con gran sentido común de los conflictos frontales, con la paz y la ausencia de violencia como valores supremos (Mientras impera una  violencia virtual sublimada a través de la increíble barbarie que muestran los medios de comunicación desde las series, películas o video juegos)   pero nos hemos olvidado que los conflictos frontales y excluyentes son una realidad cotidiana y muy real en muchas partes del mundo. El enfrentamiento entre el nacionalismo catalán y la idea de España que se ha formado a lo largo de los años y es real, en la medida que aquellos que defienden esa postura, lo hacen en base a unas convicciones emocionales que no son para ellos discutibles, en la misma medida que una fe no se discute ¡Es obvio que un territorio carece de derechos son las personas las que deben tenerlos! En España se han cruzado pueblos y culturas diversas durante siglos, todos ellos respetables, al igual que en Europa, el nacionalismo es una ficción romántica.  Pretender una separación en estos momentos puede llevarnos a un conflicto de tales consecuencias que económica y políticamente mande al traste al país y a Europa de paso si el ejemplo cunde, es una aberración irracional que va contra el curso de la historia. Pero ES REAL y por evitar el reconocerlo y tomar las medidas necesarias para atajarlo de raíz se puede acabar en una situación  de desastre sin precedentes en la historia reciente. Nos cuesta imaginarlo, por eso no se pasa a la acción,  porque vivimos cómodamente instalados en una sociedad sobreprotegida aparentemente estable, pero a la larga las equivocaciones se pagan, la paz no es un bien gratuito hay que ganársela. Cada día que pasa sin que el gobierno español  tome medidas tajantes y demuestre su autoridad, peor lo tendremos. Comprendo que es difícil y violento intervenir económicamente al gobierno de la Generalidad, privarles de sus competencias en educación, intervenir los medios de comunicación, encarcelar a los responsables del expolio económico, replantearse la descentralización política e imponer el orden institucional a través de tribunales “ad hoc” (no se puede permitir que no se respeten normas constitucionales). ¡Dictadura! Se me dirá… Pues sí: cuando es necesaria para salvar un bien mayor es una institución tan válida como cualquiera. ¿Qué habrá que ejercer violencia? Sin duda ¿Qué habrá victimas? También. Pero se trata de impedir que la descomposición y anarquía que siga a semejante disparate genere las suficientes victimas que nos traigan una dictadura pero de las de verdad…

Lo malo es que creo que la debilidad del estado y de Europa se materializará en un acuerdo económico vestido de triunfo, que favorezca a los intereses nacionalistas, saltándose a la torera el equilibrio económico institucional para evitar el conflicto y al final lo de Churchill: “…tendremos la vergüenza y el conflicto…”

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