«Ser es defenderse», RAMIRO DE MAEZTU
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Este artículo se publicó en La Gaceta antes de convertirse en La Gaceta de la Iberosfera, no siendo entonces propiedad de Fundación Disenso.

Irreversible

3 de julio de 2015

Me llamó la atención recientemente la utilización de este adjetivo en un contexto político, concretamente refiriéndose a la UE y al euro,  por lo que tiene no solo de equívoco sino de inexacto. Si con objetividad observamos lo que ha sido el pasado de Europa, o la humanidad, simplemente con ver una sucesión de mapas históricos, nos damos cuenta de lo ilusorio de tal concepto aplicado a las realidades políticas. ¿Por qué entonces se apela a tales palabras?  Son afirmaciones grandilocuentes que en realidad encubren inseguridad,  pretenden transmitir una sensación de estabilidad irreal que nos hace olvidar con frecuencia que es necesario hacer un esfuerzo permanente para que las instituciones o las naciones permanezcan unidas frente al peligro de su fácil desintegración. No tranquiliza nada esa exhibición de optimismo que pretende conjurar con palabras lo que no se atreven los dirigentes a respaldar con acciones. La UE  nació de la voluntad de unos dirigentes y pueblos escarmentados tras tanto sufrimiento, tras las dos mayores guerras civiles, culturalmente hablando, que experimentó esta península del continente Asiático. Fruto de la decisión de unos  ciudadanos que habían llegado a la conclusión de que mejor unidos que separados luchando por obtener hegemonías ilusorias en un mundo que se estaba transformando por días y en el que aparecieron nuevas naciones y continentes que nos hicieron ver nuestras verdaderas proporciones en el contexto mundial. Pues bien, esa pretendida unión política continental acabó por quedarse a medio camino en un mercado común políticamente hipertrofiado  pero mucho más caro de mantener que el original anterior.

Aunque estemos bastante alejados de una unión similar a la de EE.UU. deberíamos tender hacia ella, aprovechando a estas alturas de la partida el gasto colectivo de las instituciones que ya se han puesto en marcha por los tratados de la Unión, pero, tampoco podemos olvidar que toda institución ha de basarse en unos principios, unas condiciones y que esta unión debe tener unas reglas de funcionamiento para que sea viable. Si un país no las cumple ya sea porque colectivamente decide incumplir, ya sea porque sus dirigentes se resisten a cumplir o por que pretenden aprovecharse del resto de los socios, caben dos preguntas:

Una ¿Hasta qué punto deben dejarse al criterio de un sufragio mayoritario, circunscrito por naciones, decisiones tan trascendentes para tantos ciudadanos, individualmente considerados, ciudadanos de un país que es europeo y que se han puesto al amparo de la Unión y que directa o indirectamente hablando afectan a todos los ciudadanos de esa Unión?  ¿Qué pasa cuando una minoría del 40% es arrastrada por la locura colectiva o la demagogia de unos lideres irresponsables, o todos debemos sufrir un impuesto extraordinario por culpa de unos irresponsables? ¿Acaso no tiene Europa la responsabilidad de proteger a unos ciudadanos víctimas de una locura colectiva?  Si la Unión no nos protege como personas ¿vamos a volver otra vez a los conflictos fratricidas? Porque es así como comienzan.

Dos: ¿Dentro de una verdadera unión, cuando es imperativo, para proteger un bien mayor puede utilizarse el poder coercitivo? ¿Hasta dónde debe respetarse la soberanía nacional de cada miembro? ¿Puede expulsarse a un miembro irresponsable? Una nación no es una persona en un “club” ¿Por qué hay que expulsarlos a todos? Comprendo que es imposible responder realísticamente a estas preguntas. Pero en el fondo tienen sentido y lo que tiene sentido tiene que ser atendido, si lo ignoramos a la larga se revolverá contra nosotros, con saña, la historia nos lo demuestra.

Observo con preocupación y tristeza, al margen del problema griego,  como los dirigentes de la Unión se resisten a tomar decisiones, sobre todo cuando estas resultan duras o desagradables. La ausencia de decisiones es una decisión,  generalmente  desafortunada.

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