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Este artículo se publicó en La Gaceta antes de convertirse en La Gaceta de la Iberosfera, no siendo entonces propiedad de Fundación Disenso.
Es licenciado en periodismo; doctor en Economía Aplicada y BA (Hons) en la Universidad de Essex (Reino Unido). Dedicado durante décadas al periodismo económico y de investigación trabajó para El País, Le Monde, Diario 16, Cambio 16, Le Soir, Avui, Radio Nacional de España y El Noticiero Universal. Fue el primer director de Intereconomía Televisión y también director editorial de Grupo Intereconomía. Entre otros premios obtuvo la Antena de Oro de la Televisión por Más se perdió en Cuba.
Es licenciado en periodismo; doctor en Economía Aplicada y BA (Hons) en la Universidad de Essex (Reino Unido). Dedicado durante décadas al periodismo económico y de investigación trabajó para El País, Le Monde, Diario 16, Cambio 16, Le Soir, Avui, Radio Nacional de España y El Noticiero Universal. Fue el primer director de Intereconomía Televisión y también director editorial de Grupo Intereconomía. Entre otros premios obtuvo la Antena de Oro de la Televisión por Más se perdió en Cuba.

Siempre detrás de un proceso de ruptura, hay violencia

9 de julio de 2014

Lo que en otoño pasará en Cataluña, yo sí creo que harán la consulta como sea y que el Gobierno se comerá la legalidad, como sea, es el inicio de un proceso revolucionario-burgués que no pretende el cambio de modelo social, sino la ruptura con el país España en el que no quieren seguir. ¿Se acuerdan de Artur Mas en los actos de proclamación del nuevo Rey?

Algún día, alguien saldrá a un balcón y proclamará el Estado catalán, dejando la patata caliente en manos del que gobierna España. ¿Mandaría Rajoy a un general Batet a  disparar desde la Plaza de San Jaume a la Generalitat con sus Mossos d’ Esquadra? O bajaría los brazos y se resignaría como Vaclav Havel a que se desmembrase España, como lo hizo Checoslovaquia.

Pero a lo que vamos una situación de ruptura siempre tiene unos momentos finales de violencia. Son momentos y minutos visibles, por debajo hay horas de violencia contenida, canalizada, sorda, pero violencia. A veces se produce contra personas y a veces contra entidades.

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Vean, Amnistia Internacional gozaba de gran predicamento en Cataluña, hasta que, en un comunicado, se desmarcó del proceso secesionista. Lo hizo de forma honrada, asumió la legalidad internacional: “No existe, actualmente una definición internacionalmente aceptada del derecho a la autodeterminación, ni está reconocido a nivel internacional, este derecho como un derecho que pueda tomarse unilateralmente una parte de un Estado preexistente”. Podría expresarse mejor, pero nada que objetar al fondo del discurso de Amnistía Internacional.

Pero antes, alguien cavó túneles como los del “vietcong” en Amnistía Internacional (como en otras ONG) para forzarlas a apoyar la soberanía catalana. Los activistas infiltrados amenazaban con darse de baja de la organización si ésta no apoyaba la consulta. Lo normal es que la ONG ceda y se pase al lado oscuro, lo decente es lo que ha hecho Amnistía Internacional, pero lo pagará.

Por mucho que se desgañiten a decir que no tienen posición, ni a favor, ni en contra, entrarán en la lista, les cerrarán las puertas de TV3, les pintarán la fachada de su sede, les ningunearán en la “Catalunya del futur” y les presentarán como unos lacayos de España, vamos de lo peor. “Pero es que Amnistía está para otras cosas”, pensarán los defensores de los derechos humanos donde estos se vulneran. Respuesta: “¡Y los derechos de los pueblos!”, zanjará el asunto algún gañán del independentismo catalán style.

 

Pero como la “insolencia” de Amnistía ha traspasado todas las líneas rojas, es posible que sea declarada “enemiga de la causa”, tal vez objeto de “pogromo” o linchamiento. Es que los de Amnistía, acostumbrados a pelear contra regímenes totalitarios y sus lúgubres prisiones reivindican su independencia de todo Gobierno, ideología, religión o interés económico, incluso recuerdan que –por eso- no reciben subvenciones de ningún Gobierno.
Eso, en Cataluña es un pecado gravísimo y doble. El primero reivindicar la independencia en el país de los editoriales compartidos, del CAC, y de Francesc Homs. Lo segundo es despreciar el sistema de financiación asistida por la Generalitat, que en la Cataluña independentista alcanza a cualquier web side o a cualquier periódico revista, radio o televisión presuntamente privados que actúan allí. Los principales medios escritos viven de la subvenciones y de las suscripciones que la Generalitat hace con, por ejemplo, La Vanguardia (unas 18.000).

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