«Ser es defenderse», Ramiro de Maeztu
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Este artículo se publicó en La Gaceta antes de convertirse en La Gaceta de la Iberosfera, no siendo entonces propiedad de Fundación Disenso.
Es licenciado en periodismo; doctor en Economía Aplicada y BA (Hons) en la Universidad de Essex (Reino Unido). Dedicado durante décadas al periodismo económico y de investigación trabajó para El País, Le Monde, Diario 16, Cambio 16, Le Soir, Avui, Radio Nacional de España y El Noticiero Universal. Fue el primer director de Intereconomía Televisión y también director editorial de Grupo Intereconomía. Entre otros premios obtuvo la Antena de Oro de la Televisión por Más se perdió en Cuba.
Es licenciado en periodismo; doctor en Economía Aplicada y BA (Hons) en la Universidad de Essex (Reino Unido). Dedicado durante décadas al periodismo económico y de investigación trabajó para El País, Le Monde, Diario 16, Cambio 16, Le Soir, Avui, Radio Nacional de España y El Noticiero Universal. Fue el primer director de Intereconomía Televisión y también director editorial de Grupo Intereconomía. Entre otros premios obtuvo la Antena de Oro de la Televisión por Más se perdió en Cuba.

Mentiras sobre la república

4 de junio de 2014

Suele darse por hecho que un sistema republicano es más democrático y más barato que uno monárquico. Son dos mentiras que han crecido a fuer de ser repetidas. Son mentiras que calan en el país  de la picaresca.

Las repúblicas de nuestro entorno (excepto  Francia y Portugal) disponen de presidentes no elegidos por el pueblo, sino por sus representantes. Es decir, son elegidos del pasteleo político entre partidos.  Así ocurre con Joaquim Gauck, en Alemania (el país más poblado de Europa) o en Italia con Giorgio Napolitano.

El Presidente de la República francesa gasta dos veces y media más que el Presupuesto de nuestra Corona. Por no recordar que la lamentación más habitual de los franceses es que con un presidente de la “Republique” que cambia cada  cinco años, el país  baila la yenka política: Izquierda, Izquierda; Derecha, Derecha; Delante, Detrás; un dos tres”.

Por cierto, el republicanismo tampoco es un antídoto a las aventuras, más o menos patéticas de play boy trasnochado del Jefe del Estado. Vean sino a ratoncito Hollande, o a sus predecesores Mitterrand o Giscard, aquel que chocó con el repartidor de la leche al volver de una correría amorosa. Es obvio que el sistema político de la transición, se tambalea  por falta de aire fresco. Hay que revitalizar la democracia, como ocurrió en los cinco primeros años de Juan Carlos I como Rey. Asentar la democracia quiere decir abrirla a que los ciudadanos participen más, listas abiertas, referéndum por vía digital (que no cuesta dinero) para que los que gobiernan sepan lo que queremos.

¿Picaresca de nuevo? Decía ayer mismo Mariano Rajoy: Todo el mundo que quiera cambiar el sistema puede hacerlo (¡Ja!) “ahí están los mecanismos para reformar la Constitución”.  No me gusta un sistema acomplejado que teme lo que puedan desear ciertas minorías.

Las posibilidades que deja nuestra Constitución de promover reformas constitucionales pueden compararse con aquel que quería días más largos y le recomiendan mudarse a Venus. Es un canto para sordos. Fíjense un cambio hacia la república exigiría primero ganar en las Cortes por dos tercios de mayoría la intención de reformar el régimen político.

Luego habría que disolver esas Cortes y convocar elecciones. Los nuevos electos deberían ratificar la intención de reforma por otros dos tercios. A continuación se sometería a referéndum y, caso de ganar, se aplicaría, previo reparto de gorras con higos a los promotores. En fin, el muro de Berlín era mucho más permeable. Una democracia menos blindada y que permitiera hablar a las mayorías es el único antídoto conocido contra el secesionismo o el rapto republicano. Somos mayores. Ante las dudas o los retos, las urnas.

Aunque no me guste nada hacerlo, quiero acabar citando a Santiago Carrillo: “No hay color “morao” que valga una nueva guerra civil”.

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