El Gobierno del PP ha aceptado una proposición de Esquerra Republicana de Cataluña para que la Corona pida oficialmente perdón a “los republicanos españoles que fueron despojados de su nacionalidad tras ingresar en campos de concentración nazis”. Sorprende que un partido declaradamente antiespañol como Esquerra reivindique la nacionalidad española. Pero aún sorprende más que el Gobierno, por boca de su ministro Wert, se haya sumado a esta moción, que deberá votarse el próximo día 12.
La propuesta de Esquerra puede discutirse, ciertamente, aunque parece bastante intempestiva a estas alturas. Menos aceptable resulta que su petición se incluya dentro de una condena implícita a la Corona. Pero lo realmente llamativo es la actitud del PP, que parece no tener límite en su descabellada estrategia de claudicación ante las imposiciones ideológicas de la izquierda. Desde la mayoría absoluta más inútil de todos los tiempos, el PP ha claudicado ante la ley del aborto de Zapatero, ante la ley de matrimonios homosexuales de Zapatero, ante la política de excarcelaciones de etarras de Zapatero, ante las leyes “de género” de Zapatero y, por supuesto, también ante la Ley de Memoria Histórica de Zapatero. Suicida.
La ley de memoria histórica es una aberración. Es una aberración jurídica porque otorga a los poderes públicos potestad para dictar una verdad científica –en este caso, histórica-, cosa que sería ridícula en cualquier campo del conocimiento. ¿Imagina alguien una ley que obligue a los ciudadanos a aceptar que el agua se congele a cinco bajo cero, por ejemplo? Es también una aberración política porque divide formalmente a los ciudadanos en buenos y malos en función de su linaje o su orientación política, división expresamente dirigida a deslegitimar a la derecha social, a la corona y, aún más, a la propia continuidad institucional del Estado. Y sobre todo es una aberración histórica porque consagra por ley, y con todo el aparato coercitivo del Estado, una interpretación palmariamente falsa de los acontecimientos que España padeció entre 1931 y 1939.
La ley de memoria histórica se parece mucho a aquel Ministerio de la Verdad que Orwell imaginó en 1984: el poder decide consagrar la mentira como verdad oficial y los ciudadanos deben aceptarlo a pies juntillas. Que el PP haya terminando cantando este “trágala” es el más claro síntoma de la orfandad de la derecha española.